Toda peruanidad es un travestismo
Los museos han sido desde sus inicios espacios de memoria y reflexión, como también sacralización y dogma, donde las obras coleccionadas surgen y fluyen, pero dentro de un canon que asimila o desecha.
Como musas travestidas, alentamos la interpretación e impugnamos la autoridad.
Lo travesti se plantea entonces como subversión de la condición espuria que tanto el museo tradicional, como los presupuestos sociales, le endilgan. Al respecto, contextos históricos tan diferentes como el Perú prehispánico y el marco propuesto por Magnus Hirschfeld durante la República de Weimar, admiten todo un rango de posibilidades entre los extremos de lo masculino y lo femenino.
Travesti por la recuperación de su centro; no titubeo ni protagonismo, sino equilibrio; contienda que sólo nosotras podemos librar —la «vedette» como «soldat».
El MUSEO TRAVESTI DEL PERÚ nace de la necesidad de una historia propia —una historia del Perú inédita—, ensayando una arqueología de los maquillajes y una filosofía de los cuerpos, para proponer una elaboración de metáforas más productiva que cualquier catalogación excluyente.
Museo «falso» —como el apelativo de «falsa mujer» con que este lenguaje maniqueo nos adjetiva. Museo embozado, cuyas máscaras —la artesanía, la fotocopia, la gigantografía, el «banner», esos sistemas de producción en masa— no ocultan, sino, al contrario, muestran. No camuflan, sino travisten.
El MUSEO TRAVESTI DEL PERÚ se traviste a través de tres momentos explícitos, y otro tácito que recorre e insufla cada una de esas instancias.
I. El muestrario explora la huella del travestismo y de sus símbolos en el contexto peruano. El propósito es revisar tanto los roles que han sido adjudicados convencionalmente al travesti como aquéllos que le han sido arrebatados; y que subyacen a la oposición complementaria entre colonialismo —tanto imposición como herencia— y encuentro —sus imbricaciones y restauraciones. Así se postula un análisis, tanto histórico como hermenéutico, de la iconografía y los textos; y, evitando la esterilidad de estudios aislados, se procede a un trabajo multidisciplinario que trasciende la historia lineal —la que sólo permanece en la naturaleza de su soporte gráfico.
Distintas disciplinas se mestizan al interior del muestrario, en un viaje a través de los tiempos, espacios y fuentes más disímiles —de las culturas pre-Incas a las post–industriales, de las colecciones de arte a los diarios chicha. El travesti es puente entre imagen y texto, entre tiempos y espacios, donde, heredero de un linaje de mediadores —chamanes, dioses, vírgenes y santas—, ha de volverse a encontrar. Un ritual librado en su propio cuerpo.
Nueve atributos travestis pautan un muestrario plagado de trastocamientos temporales que evidencian la imposible disección del travesti-todo, cual pacha de partes recíprocas.
Emperifollarnos —ávidas «misses» en concurso— es alistarnos para la batalla por la ansiada banda de la ciudadanía.
El autor compone el muestrario travistiéndose en sus textos, tributándole obra, también a partir de su cuerpo, que a su vez entrega para que otros elaboren la propia.
Este muestrario–travesti se manifiesta barroco —maquillajes–máscaras, vestidos–disfraces, accesorios no accesorios— como un Perú contenedor de todos los mundos posibles.
II. El lenguaje cubre los textos —desde legajos hasta poesía— pero también los textiles y coreografías, antiguos y contemporáneos. Discurso aculturado e ícono polisémico como dos caras de la misma moneda, ésos que Arguedas llamó «mistura», como también interrupción de toda pertenencia tradicional.
En esta generosidad de niveles, el discurso travesti corre el riesgo de extraviarse en su propia terminología. Ante ello, el MUSEO TRAVESTI DEL PERÚ se plantea como glosario al organizar sistemáticamente aquellas voces que designaron y signaron al travesti.
El glosario es también centro de la circularidad que Saussure propone, y Lacan gira para enunciar que bajo las mutantes apariencias de lo representado —el significante— nada existe. Sin embargo, en este proceso, lo travesti lejos de agotarse, se enriquece: más que conceptualizarlo, se busca exponer su inasible alteridad.
Cuerpos nuestros; cuerpos indígenas cual no–lugar ignorado; cuerpos colonizados por el discurso que los rechaza; cuerpos contemporáneos cuando un legado irrumpe.
III. Asimismo, la prensa —usando y generando íconos y resonancias— ha escrito una biografía tan cargada de arbitrariedades como sin par. Una colección de recortes —un kiosco deconstruido en cuatro secciones— constituye el archivo. Museo que, travestido de papel periódico, posibilita un nuevo careo entre texto e imagen para obtener el identikit del travesti cotidiano.
Posteriormente, este material es procesado y presentado cual estadística de acoso y merma. El recuento de una persecución tan indolente como aquella glosa periodística que la denuncia, como la ficha técnica que mesura la obra a ofrecer.
Al rescatar el patrimonio travesti, el museo se convierte en herramienta de empoderamiento, no pedido sino demanda de transformación e inclusión social. Del espacio simbólico–colectivo a las libertades individuales.
IV. El MUSEO TRAVESTI DEL PERÚ es, finalmente, exploración de la propia experiencia del autor. Ser un travesti peruano es una eterna transfiguración en un Perú que, en su proceso de búsqueda de identidad, construcción y contraconquista, también se traviste —constante que es ya su esencia. Es el retorno de la Inkarri que no ha parado de viajar subterránea, y llega para conciliar las vertientes que transcurren paralelas en nuestro interior.
http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/campuzano-presentacion